Existen lugares en el mundo que nos hacen sentir en nuestro hogar, que no necesariamente tiene que ser nuestra propia casa, a veces puede ser la de nuestros padres, la casa de la abuelita, una tía, o de algún pariente, pero que cuando entramos en aquellos sitios nos sentimos plenamente como si el tiempo no hubiese pasado, como si todos los recuerdos se proyectaran en nuestra mente al estar allí.
Para ello muchas veces solo basta con percibir un aroma, escuchar una canción y ver a nuestros seres queridos reunidos en un mismo lugar para darnos esa cálida sensación y que nos haga decir
Pero si empezamos por describir las cualidades de éstos lugares, empezaríamos por los sentimientos que nos hacen despertar que van muy ligados a los recuerdos que tenemos arraigados en él, y esto va unido con el sentido de pertenencia, el lugar sigue estático, como si el tiempo no hubiese pasado, haciendo nuestras memorias más vívidas cada vez que lo visitamos.
¿Por qué nos sentimos de esta forma en un lugar determinado?
Principalmente porque en lo que respecta a nuestros abuelos, a nuestros padres, o a generaciones anteriores a las nuestras, el sentido del hogar era para toda la vida.
Antes, de una forma u otra, era más sencillo comprar una vivienda y desarrollar una vida allí por generaciones. Pero hoy en día lo normal es mudarte hasta 3 veces en un lapso no menor a 5 años. Las ofertas de alquiler son más tentadoras pero también nos aleja cada vez más del sentimiento de pertenencia.
En el libro de Habitar de Juhani Pallasmaa, nos explica cómo la modernidad ha acometido de manera prioritaria el espacio y la forma, mientras que ha despreciado el tiempo como cualidad indispensable de nuestras viviendas. En nuestra cultura de abundancia, hemos llegado a convertirnos en personas sin hogar.
¿Cómo define Juhani el hogar?
La define como el contenedor que alberga nuestra identidad y que, por tanto, esa búsqueda inalcanzable de necesidades materiales es la que nos aleja cada vez más del arraigo metafísico, ese concepto que esta relacionado con formar memorias que no almacenamos en nuestra mente sino en nuestro corazón.
Es por tanto que el hogar no es un producto comercializable, como en muchas tiendas de muebles nos hacen ver ofreciéndonos la posibilidad de “convertir nuestra casa en un hogar”, solo por el hecho de vender artículos “para el hogar“ puesto que somos nosotros quienes a lo largo del tiempo vamos dándole un sentido propio y la llenamos con nuestras costumbres, nuestras historias y nuestra cultura.
Uno de los párrafos más resaltantes de su libro y sobre su definición del hogar es el siguiente:
Ahondando en esto, realmente lo que buscamos en una edad adulta es llevarnos con nosotros lo que nos identifica y proyectarlo hacia nuestros hogares.
A los que nos ha tocado emigrar y echar nuestras raíces en un lugar distinto a nuestro suelo materno, estamos en la búsqueda de llenar nuestros espacios con elementos que reflejen nuestra personalidad y llevarnos nuestras costumbres como símbolo social para sentir que aún tenemos un pedacito de nuestro hogar fuera de nuestro propio país.
Es por ello que las personas que nos dedicamos a diseñar espacios para nuestros clientes, es importante por supuesto, hacerlo a sus gustos y exigencias, pero también haciéndolo pensar en sus costumbres, que cada elemento sin importar que sea decorativo o no, cuente su historia y de alguna forma que refleje su cultura, es importante también a veces conservar elementos que fueron heredados de nuestra familia como un símbolo de identidad y tener un espacio en nuestro hogar que nos cuente sobre su pasado.
Por otro lado, como señala Pallasmaa en su libro, la importancia del tiempo en el que desarrollamos vida en un lugar es una cualidad trascendental, ya que como el mismo describe su propia experiencia, cambiando de residencia año tras año, y de como esto generó un impacto muy grande en su desarrollo y la manera en como, al vivir en tantos sitios, recuerda perfectamente uno en particular, la casa de su abuelo.
Aquí hace un paréntesis para describir los objetos que más recuerda, como la mesa de madera pesada y sin pintar, y más aún los lugares que ocupaban cada uno de sus familiares al momento de reunirse para comer.
Y es así, como la tarea de la arquitectura va más allá de proporcionar un refugio físico.
Nuestras edificaciones tienen que alojar nuestros recuerdos y reflejar nuestros deseos. Los edificios de otras épocas nos aportan una historia enriquecedora para nuestra idiosincrasia y forma parte de nuestro crecimiento humano, pero también refuerzan el sentido de la pertenencia y de arraigo, que son necesarios para la valoración y respeto hacia nuestra cultura para las generaciones futuras.
¿Estás de acuerdo sobre ésta definición del hogar? ¿Crees que cambie el sentido del hogar en las próximas generaciones?
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